domingo, 10 de mayo de 2009

EL DÍA QUE CARRERO BLANCO VOLÓ


Fuenlabrada, 10 de mayo de 2009. En una mañana normal, de un día normal, de una semana normal del mes de diciembre, la muerte lo pilló por sorpresa.

Era todo muy sencillo. Nunca un asesinato fue más fácil. Tenían controlado hasta el más mínimo detalle. Sabían que iba a ir a la iglesia jesuita San Francisco de Borja y sabían que al salir de misa, su Dodge Dart pasaría por el barrio madrileño de Salamanca. Y allí lo esperaron.

La rutina facilitó el plan. Semanas antes, alquilaron un sótano del portal 104 de la calle Claudio Coello y cavaron un túnel. Tiraron un cable que comunicaba con 50 kilos de Goma2 situados en el subsuelo y comprobaron que el circuito eléctrico funcionara a la perfección. Nada podía fallar. La detonación debía funcionar en el momento preciso de activar la palanca. Para la mañana del día 20, todo estaba listo. Solo quedaba esperar.

José Miguel Beñarán “Argala” y José María Larreategui “Atxulo” se pusieron un mono de trabajo para no levantar sospechas. Fingieron ser electricistas comprobando el tendido eléctrico. Cuando el coche se acercó al lugar en el que se encontraba la carga explosiva, “Argala” detonó la bomba.

En un instante, el coche se esfumó. El Dodge se elevó 30 metros y sobrevoló el edificio. Todo el mundo creyó que el gas era el causante de la explosión. Sin embargo, había sido un atentado, reivindicado horas después por la banda terrorista ETA.

En una mañana normal, de un día normal, de una semana normal del mes de diciembre, el Presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco, murió.

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